¿Ha sufrido alguno de estos síntomas en los últimos doce meses?

María Auxiliadora Balladares, Universidad San Francisco de Quito USFQ

Sangre

El diente es arrancado de la boca del niño
Y una gota de su sangre toca la blanda tierra
El ojo que apenas mira las apariencias
No puede saber que esa sangre tan nueva
Lleva incrustada una aguja con veneno
Las piedras se aglomeran cuando sienten
Que la muerte palpita
Se despliega
El rostro pálido del niño se hace agua
No hay juegos de caza si los párpados se cierran 
Ni luna 
Ni guanta 
Ni reptil 
Ni hormigas
La frente del niño titila
Y en su boca nace una oración dulce
Dos palos se lamen las manos no en el cielo cuelgan
Se moja la cara
Su madre lo lleva hasta su pecho 
Antes de que su cuerpo se desvanezca
Cuando el niño despierta 
Se levanta asistido por una mano caliente
De un tiempo a esta parte cojea
Rengo de abolengo le dicen sus perros en la cara
El niño se ríe pero vuelve a echarse 
Se acomoda lo mejor que puede sobre una banca de madera
Estira su cabeza hacia atrás 
Para mirarse los brazos 
Como si fueran ajenos
De otro niño 
A la orilla de otro río
Nacido de otra madre
En otro sigloEn las palmas de otra muerte
Criatura desmedida
Cómo se hace para arrancar las plumas de un ave
Sin que el ave muera o se lastime
Eleva el niño esa pregunta
Mientras mira a su padre reparar la barca
Que lo llevará en los días venideros
A un puerto que no le gusta por el ruido
Y porque es extraño cómo ahí habla la gente
Al niño le disgustan los arrebatos de los motores
Y esa comida que le extorsiona la panza
Cierra los ojos para soñar que se baña en el río
Que sus lentos músculos se endurecen
Y sobre la espalda lleva a su hermana
De una orilla a otra
Para dejarla sobre una roca flotando
Se lanza como un pez recién nacido
Se traga el agua y esta lo fortalece
En el hueso del río bucea  
Hasta dar con el caimán de mandíbulas de oro
Que nunca lo ha querido
Que mucho lo desprecia
Que se ha comido dos dedos de su mano izquierda
Se sabe fuerte el niño
Y sin embargo 
Al mirarlo 
El viejo caimán llora

Piel

Llevo el fuego del infierno sobre la piel
Soy ese árbol que muere joven
Que no sabe que ha nacido para absorber la tintura del mundo
Y en su ocaso se traga el humo gris
El insomnio de la ciudad
Las legañas de un jabalí metálico
Soy un árbol sin tronco
Una lengua trabada que lastima
Mi piel es el fuego triste
La ruina de un día soleado
Se cae
Abandona
Se hace polvillo en el aire
Qué animalito respirará mi piel muerta
Y se consumirá por dentro
El agua en la que mis piernas se bañan
Lleva el fuego del infierno sobre su lomo
Hay un río en el que se pierde mi nombre
Lo han engañado al río
A todos mismo
Si me miran soy la escama de un pez muerto
De un pez que antes que yo conoció la tintura del mundo
El ardor no es ardor
Es algo a lo que aún no le hemos puesto nombre
Qué es el jaguar si le hace falta el pelaje
No es un felino herido
Sino una lástima colgada de un gancho
Sigo siendo yo si no es esta la piel que tejió mi madre en su vientre
En qué calamidad me ha convertido la tintura del mundo
Arde la roncha
El infierno que murmura y me lleva
Atribulada
Cansada me encuentro
Y la parte mía que toca todo lo que es de la selva grande
Ahora siente de otro modo
Una mano ardida no palpa
Qué hace una mano como la mía cuando acaricio a mi guagua
Qué le hago
Apresuro su muerte
Mi desgracia
Ahí donde supura
Nace la vida que me mata
Vuelvo al río y nos miro
Algo me dice pero no lo entiendo
La tintura negra del mundo le robó el habla
Este olor me fatiga
Me avergüenza
Olor del encuentro entre la piedra y el cráneo
Olor que empieza en los pies sin calzado
Y termina en el ojal de mi pecho
Olor de la tintura del mundo
Despacito ándate
O a caminar yo me voy
La larga distancia

Útero

Miro una estrella como si estuviera a punto de caer
Y pienso
Somos lo que vive poco
Un estruendo que nadie escucha
El viento estático
Unas botas de caucho en el río crecido
Durante el tiempo que imagino la estrella caer
Me retuerce el calambre
Y la sangre baja por las piernas recorriendo el camino que conoce
La muerte del primer hijo
La del segundo hijo
La muerte del tercero
Acontecen en cualquier orden
Y en cualquier momento se repiten
Me toman por sorpresa y me aniquilan
Como un sablazo que atravesara el ojo
Como una arteria que se reventara
O como el incendio de la casa con el animalito adentro
Mi cuerpo no ha podido retener la piedra
Tanto duele el vientre que ya no brilla
Si me abandono
Dónde me guardo
Tomo en mis manos la matriz para que no se derrumbe
Para que resista
Me cubro el pelo esperando que se entienda
Que el cansancio florece en mis sienes partidas
Vivir cerca del pozo para morir antes
Y con frecuencia secar el vientre
Tirar hacia atrás
Lanzarme de cabeza a las ruinas
Morir atravesada de imanes
No resisto ni a la selva ni al hombre
Quiero dormir para siempre echada sobre grandes hojas
Oír que crujen al recibir mi peso de oropéndola
Que mis piernas se hunden en la tierra amarilla
No quiero el silencio ni la risa
Ni otro niño concebido con el fuego
Solo desplomarme en un tiesto
Que de mi cuerpo tenga la forma
Y en sus paredes replique
La primera piedra
La segunda
La tercera
Que ellas canten
Hasta que por mí
Se acerque la muerte

Biografía

Escritora, profesora e investigadora en la Universidad San Francisco de Quito USFQ. Su interés gira alrededor de la obra de poetas latinoamericanos del siglo XX y del XXI. Ha publicado el libro de cuentos Las vergüenzas (Antropófago, Quito, 2013), el ensayo Todos creados en un abrir y cerrar de ojos (Centro de Publicaciones de la PUCE, Quito, 2015) acerca de la obra de Blanca Varela y los poemarios Animal (La caída, Cuenca, 2017), URUX Una correspondencia (Pirata cartonera, Quito, 2018), escrito junto a Sebastian Urli, Guayaquil (Prefectura de Pichincha, Quito, 2019) y caballo y arveja (Severo Editorial, Quito, 2021). Es parte del comité editorial de la revista en línea Sycorax (proyectosycorax.com).

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